Ramón Eduardo Moreno Gómez: A veces se alborota la morriña.
El recuerdo de la tierra natal. Esa nostalgia que es como una mezcla de tristeza y alegría sazonadas con añoranza. Ese sentimiento de que dejamos para siempre algo allí, y como que en algún momento tenemos que ir a buscarlo.
Nuestra infancia en Santa Rita, tenía forma de aviones de papel, que en la víspera de las vacaciones de la escuela volaban del atrio a la quebrada. De la neblina fresca que en las tardes se asentaba en las calles solitarias de piedras salpicadas de boñiga, envolviéndolo todo en un manto blanco y misterioso. De lavanderas, de atados de ropa, sucia de ida y limpia de vuelta. De quebradas de aguas claras y heladas, donde nos bañábamos. De frutas silvestres, de pájaros de dulces trinos y de malvadas caucheras que a veces los silenciaban. De colinas verdes, de libertad infinita y brisa fresca. De olor a helechos; de brujas, de espantos, de duendes nocturnos, de temores infantiles, de noches estrelladas. De hermosas niñas, muchas de ellas primas. De rumores de chusmas que asolaban los campos cuando aun no habíamos nacido. De tiendas, de animados toldos, de cantinas y de riñas domingueras; de tangos, rancheras, guascas y pasillos y boleros. De chambranas de macana, de patios, de viejos entejados, de zaguanes húmedos y oscuros, de cocinas tiznadas de humo, de huertas, de cuartos repletos de hermanos y de primos. De sótanos con nidos, de marranos chillones y de perros callejeros. De cañaduzales y matandreales. De sotanas negras y de curas bonachones. De cuestas empinadas, de caminos, de fincas cercanas y lejanas, de horizontes quebrados y azules. De tapias, de fogones de leña, de leche recién ordeñada, de arepas calientes y queso envuelto en hoja. De caballos y mulas, esperándonos para montarlos, aperados de sillas o de enjalmas, amarrados siempre en la calle. De abuelos únicos y alcahuetas. De apuestos padres jóvenes, de tíos casi padres, de tías casi madres, de primos casi hermanos, de amigos casi primos. De la escuela, los maestros, la iglesia y el tañer de sus campanas y sus vitrales y su incienso.
Distancia (Alberto Cortez)
Viento, campos y caminos… distancia,
Qué cantidad de recuerdos
de infancia, amores y amigos… distancia,
que se han quedado tan lejos.
Entre las calles amigas… distancia
del viejo y querido pueblo
donde se abrieron mis ojos… distancia,
donde jugué de pequeño.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.
Allí viví la alegría… distancia
de aquel primer sentimiento
que se ha quedado dormida… distancia
entre la niebla del tiempo.
Primer amor de mi vida… distancia,
que no pasó del intento;
primer poema del alma… distancia,
que se ha quedado en silencio.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.
¿Dónde estarán los amigos… distancia,
que compartieron mis juegos?
¿Quién sabe donde se han ido… distancia,
lo que habrá sido de ellos?.
Regresaré a mis estrellas… distancia,
les contaré mi secreto:
que sigo amándo a mi tierra… distancia,
cuando me marcho tan lejos.
Un corazón sin distancia quisiera
para volver a mi pueblo.
Nuestra infancia en Santa Rita, tenía forma de aviones de papel, que en la víspera de las vacaciones de la escuela volaban del atrio a la quebrada. De la neblina fresca que en las tardes se asentaba en las calles solitarias de piedras salpicadas de boñiga, envolviéndolo todo en un manto blanco y misterioso. De lavanderas, de atados de ropa, sucia de ida y limpia de vuelta. De quebradas de aguas claras y heladas, donde nos bañábamos. De frutas silvestres, de pájaros de dulces trinos y de malvadas caucheras que a veces los silenciaban. De colinas verdes, de libertad infinita y brisa fresca. De olor a helechos; de brujas, de espantos, de duendes nocturnos, de temores infantiles, de noches estrelladas. De hermosas niñas, muchas de ellas primas. De rumores de chusmas que asolaban los campos cuando aun no habíamos nacido. De tiendas, de animados toldos, de cantinas y de riñas domingueras; de tangos, rancheras, guascas y pasillos y boleros. De chambranas de macana, de patios, de viejos entejados, de zaguanes húmedos y oscuros, de cocinas tiznadas de humo, de huertas, de cuartos repletos de hermanos y de primos. De sótanos con nidos, de marranos chillones y de perros callejeros. De cañaduzales y matandreales. De sotanas negras y de curas bonachones. De cuestas empinadas, de caminos, de fincas cercanas y lejanas, de horizontes quebrados y azules. De tapias, de fogones de leña, de leche recién ordeñada, de arepas calientes y queso envuelto en hoja. De caballos y mulas, esperándonos para montarlos, aperados de sillas o de enjalmas, amarrados siempre en la calle. De abuelos únicos y alcahuetas. De apuestos padres jóvenes, de tíos casi padres, de tías casi madres, de primos casi hermanos, de amigos casi primos. De la escuela, los maestros, la iglesia y el tañer de sus campanas y sus vitrales y su incienso.
Distancia (Alberto Cortez)
Viento, campos y caminos… distancia,
Qué cantidad de recuerdos
de infancia, amores y amigos… distancia,
que se han quedado tan lejos.
Entre las calles amigas… distancia
del viejo y querido pueblo
donde se abrieron mis ojos… distancia,
donde jugué de pequeño.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.
Allí viví la alegría… distancia
de aquel primer sentimiento
que se ha quedado dormida… distancia
entre la niebla del tiempo.
Primer amor de mi vida… distancia,
que no pasó del intento;
primer poema del alma… distancia,
que se ha quedado en silencio.
Un corazón de guitarra quisiera
para cantar lo que siento.
¿Dónde estarán los amigos… distancia,
que compartieron mis juegos?
¿Quién sabe donde se han ido… distancia,
lo que habrá sido de ellos?.
Regresaré a mis estrellas… distancia,
les contaré mi secreto:
que sigo amándo a mi tierra… distancia,
cuando me marcho tan lejos.
Un corazón sin distancia quisiera
para volver a mi pueblo.
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