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10 de abril de 2010

Hago alusión a la mujer,

cuando hace muy pocos días en la reciente contienda electoral para elegir el nuevo congreso de Colombia, en la que participaron muy pocas mujeres, pero cuyo triunfo fue arrollador. Debe destacarse su acción política en aras de mejorar la calidad de vida de los más necesitados. A la Organización Mundial de las Naciones Unidas, se le debe en gran parte la promoción de la mujer en el siglo veinte. También la iglesia ha contribuido en la defensa de su dignidad, pisoteada por muchos siglos por una cultura errada, que ella tuvo que soportar injustamente debido al orgullo y egoísmo del barón que se a creído superior a ella. A medida que avanzó la civilización, fue reconociendo su propia identidad y tomó conciencia de su valor como persona; concientizándose que es un elemento esencial en la sociedad y en el hogar como educadora de la familia, pilar fundamental en la formación de la sociedad. Cansada de ser vilipendiada en lo más sagrado de su ser como esposa y madre, se rebeló contra esa cultura infame, se dio cuenta que no podía seguir siendo dominada y decidió por fin , ejercer sus derechos reclamando una jerarquía compartida que se ha ganado con su inteligencia y capacidad de lucha. Ella ve al hombre en su grandeza y se acerca a él en ayuda de sus limitaciones; cuando se habla de ayuda se refiere a masculinidad y feminidad como complemento, pues gracias a esa dualidad lo humano se realiza plenamente. También el hombre y la mujer tienen su responsabilidad en lo social y eso justifica el acceso de la mujer a las funciones públicas; esto no significa su renuncia a la feminidad que debe expresar en su comportamiento. Como profesional asegura un acertado complemento con el hombre y el acierto de una civilización del amor en la sociedad.